INTRODUCCIÓN
Nuestro carisma mjmj, nos lleva a mirar este mundo actual desde la perspectiva de la Sagrada Escritura. En ella descubrimos a un Dios que se abaja y acompaña todas las situaciones humanas: un Dios nómada que para acompañar a Abraham desciende y pide hospitalidad en su propia casa; el Dios que acompaña al pueblo en el desierto y como un extranjero más tiene que defender su identidad y hacer valer sus derechos en medio de los dioses de los pueblos cananeos, un Dios encarnado en nuestra misma condición humana pidiendo posada para poder poner su tienda entre nosotros, porque ha querido formar parte de nuestra familia, o más exactamente, porque ha querido descender hasta nosotros para albergarnos en su Vida y, por su gran hospitalidad, ahora formamos parte de la familia de Dios.
La movilidad actual sitúa a millones de hombres y mujeres fuera de su hogar, viviendo diversas situaciones de extrañeza, también nuestra movilidad interna nos saca muchas veces de nuestras propias fronteras y sentimos la necesidad de ser acogidos más allá de nuestra realidad, frente a esto nuestro carisma mjmj nos hace portadores de una cultura de hospitalidad, porque nos sabemos todos familia de Dios. Nuestras comunidades religiosas pintadas hoy más que nunca con el bonito colorido de la interculturalidad, nuestros grupos de asociados nacidos en varios países, se convierten en un referente privilegiado para practicar la hospitalidad: abrir la puerta del corazón al que se presenta, aunque venga con acento extraño, sino es con otra lengua, cultura o religión; ensanchar nuestra mesa y nuestras comunidades para la acogida al que llega nos va entrenando para el diálogo con el distinto; hacer el esfuerzo por comunicarnos con el que tiene un credo distinto al nuestro, es sólo cuestión de acogida; salir de nuestro entorno cerrado y disponernos a compartir la vida y saber crear un espacio donde todos tengan cabida es nuestro reto y se convierte en lenguaje inteligible para una nueva sociedad plural donde se hace urgente revivir las señales del Dios que desciende y acompaña, que hoy, como en otros tiempos nos llama a ser vínculo de acogida con todo el que llega excluido y sin “papeles” .
I. DIOS SE MANIFIESTA CON SEÑALES DE CERCANA
HOSPITALIDAD
1. La hospitalidad lugar de encuentro con el Dios que desciende y acompaña.
Podemos albergar a Dios en nuestra vida porque él nos ha albergado primero, desde antiguo se ha manifestado como un Dios cercano con deseo de vincularse con el ser humano en alianza, se ha abajado hasta lo ilimitado, llamando constantemente a nuestra puerta. El hospeda a Abraham primero en su propia intimidad, y con él se hace nómada, su amor y cercanía por Abraham le lleva a presentarse con rostro humano, acercarse a su tienda y hacerse necesitado de su hospitalidad, se hace así posibilidad de cercanía para todo ser humano. El ser humano en el desierto se sabe necesitado de acogida, y va creando una leyes de hospitalidad necesarias para su subsistencia, pero ahora la hospitalidad va más allá de lo antropológico, tiene un fundamento religioso, Israel va uniendo así su experiencia nómada a la de sentirse objeto de la hospitalidad de Dios, y va creando una conciencia de ser bendecido a través de la hospitalidad (Gen 18,1-15).
En la acogida del otro, Dios se hace presente, personalmente o por medio de sus bendiciones, diferentes experiencias van conduciendo al pueblo a tener conciencia de sentirse acogido y amado por Dios con señales de especial cercanía y ternura, es el Dios que se hace huésped y hospedero del hombre: la viuda de Sarepta que dio a Elías todo lo que tenía para sobrevivir (1Re 17,8-16), la prostituta de Rahab que arriesgó su vida al esconder a los exploradores enviados por Josué, y fue bendecida con la protección y la gracia (Jos 2,1-4), son algunos de los ejemplos que manifiestan como el huésped trae, como recompensa a la hospitalidad, un don de parte de Dios. La hospitalidad pasa a ser algo sagrado, se desarrolla con una ritualidad y se convierte en espacio de culto a Dios, acogida de Dios mismo o de su mensajero, y por medio de la bendición se prolonga hasta la vida: en el hijo esperado, en la alcuza de aceite y la harina que no se acaba, en la vida que se salva (Lot, Rahab).
El pueblo poco a poco se va reconociendo objeto de especial bendición de Dios ¡¡el es su pueblo!! se vive especialmente aliado con Dios: en alianza, ¡¡Dios le ha albergado en su bondad!!, se ha mostrado favorable con ellos, son el pueblo de su heredad, familia de Dios: expresión máxima de hospitalidad, y a través de estas experiencias se va tejiendo una espiritualidad.
Dios tiene una manera de mostrarse: es tan hospitalario como un buen pastor con su rebaño (Sal 23), lo acoge en su morada (Sal 27,5), lo guía y le manifiesta un amor más sólido que el de un padre o una madre, hasta llegar a la convicción de que aunque mi padre y mi madre me abandonen, Yahvé me acogerá (Sal 27,10). Es el Dios de la alianza, un Dios vinculado que educa personalmente a su pueblo, en su pedagogía les va conduciendo por el desierto, en éxodo constante: Egipto, el desierto, la diáspora…le hacen pasar la experiencia de ser extranjero, pero en todas estas situaciones él acompaña y se muestra solidario, es pedagogía para que el pueblo también aprenda a practicar la hospitalidad: exhorta a abrir la puerta a los peregrinos (Is 58,7) a garantizarles los derechos fundamentales, darles alojamiento, pan, vestido así el pueblo va tejiendo una leyes o códigos legales de hospitalidad y acogida hacia el forastero, la viuda, y el necesitado.
El motivo religioso, y el recuerdo de la propia experiencia hacen de la hospitalidad un credo y una obligación (Dt 26,5-9), un personaje bíblico de los estudiados en clase que para mí mejor encarna esta situación como actitud interna y también como beneficiaria es Ruth, sujeto de doble discriminación: mujer y extranjera, tras haber pasado a formar parte de la familia de Noemí y enviudar, puede quedarse en su tierra, igual que su cuñada, pero su deber de acogida hacia su suegra que se queda sola, le lleva a adherirse totalmente con ella, sale hacia una tierra extraña y por amor a Noemí se convierte en una extranjera: Ruth ha acogido a Noemí hasta el extremo, vaciarse de sí para posibilitar la existencia de los demás, es la máxima expresión de hospitalidad, se trata de la acogida desde el corazón que puede practicarse con el otro aun sin tener casa, tierra, ni patria; acogida interna que se expresa en acogida externa: donde tu vayas yo iré, donde tú habites habitaré, tu pueblo será mi pueblo, tu Dios será mi Dios, donde tú mueras moriré (Rt 1,16-17) adhesión total en vida y muerte, una hospitalidad así ha de ser bendecida por Dios, Booz la toma por esposa y Ruth, mujer viuda y extranjera entra a formar parte de la genealogía de Jesús. La riqueza más grande y también el mayor riesgo de la hospitalidad consisten en vincularse con el otro/otra hasta el desafío de perder la propia identidad para pasar a ser alguien distinto. El otro/otra no me deja indiferente, me obliga a establecer nuevos diálogos que afectan a mis credos, a ponerme en situación oferente, lo que afecta a mis “posesiones internas”, en definitiva la hospitalidad es un misterio de encarnación que tiene que ver con la llegada de un Reino que establece nuevas relaciones humanas, donde el amor, la ternura y al acogida hacia el otro, especialmente hacia el otro en situación de necesidad, se convierte en sacramento del amor, la ternura y cercanía de Dios.
2. Hospitalidad de brazos abiertos: un Anfitrión que se alberga en nuestro seno.
El primer encuentro grabado en la mente de los discípulos es la hospitalidad que reciben en casa de Jesús: vieron dónde vivía y se quedaron con él (Jn1,35-39), comida casa y hospitalidad son los grandes símbolos del Reino de Dios, Reino que se describe como un gran banquete, donde lo central es una mesa abierta a todos, pero especialmente acogedora a pecadores y publicanos, a todos los excluidos, favoritos del Reino. Establece un nuevo código legal de hospitalidad, las bienaventuranzas, y una nueva interpretación del mandamiento del amor que nivela amor al prójimo al mismo nivel del amor a Dios (Mc 12, 28-33), aún más vincula indisolublemente amor a Dios-prójimo, que se expresa en hospitalidad con todos (Mt 25,31-46) fundamentando así la hospitalidad como expresión máxima del mandamiento del amor: porque cuanto hicisteis por uno de estos más pequeños, conmigo lo hicisteis, es la dinámica inclusiva del amor, y es desde esta dinámica cobra todo su significado la hospitalidad cristiana.
Practicar la acogida ya no es sólo recuerdo de la experiencia de un pueblo errante, que se sabe pueblo de Dios y mira a los otros pueblos de forma diferente, ahora se trata de superar toda diferencia y ver en el otro el mismo rostro de Dios, encarnación continuada en cada uno de los que llaman a la puerta o están necesitados de atención: el modelo bíblico en esta nueva encarnación es Maria. Ella recibe a Dios en su seno, en su intimidad más profunda, es la acogida desde dentro, desde la entraña, se trata de entrañarse con el otro, desde la hondura y la profundidad, no se trata de ofrecer recursos externos sólo, o de acoger en tu propia casa un huésped, al fin y al cabo término para designar a un distinto, sino de entrañarlo en tu propio seno, hacerlo miembro de tu propia familia, porque somos seguidores de un Dios que antes se ha encarnado en el seno de María, y por su entrañable misericordia (Lc 1,78) nos ha hecho a todos hijos, miembros de su familia, donde ya no hay extraños ni forasteros, sino conciudadanos de los santos y familiares de Dios (Ef 2,19) en cada hombre y mujer se encarna un nuevo rostro humano de Dios. Dios nos prepara la pertenencia a una nueva forma de vivir, con una nueva ciudadanía ¡¡somos portadores de una cultura universal, miembros de una nueva familia que nos posibilita la apertura a una hospitalidad universal!!
El episodio de Pentecostés nos abre y prepara para esta universalidad, habla de un lenguaje universal, concentración de personas de todas las naciones (Hch 2,1-11) y de superación de barreras religiosas (Hch 10,45). Encarnar hoy este lenguaje es posible desde la hospitalidad y la solidaridad compasiva, lenguaje que todo el mundo entiende, pero sólo posible de practicar desde la experiencia del Espíritu que es quien nos posibilita que podamos entender este nuevo concepto de ciudadanía, vivir desde esta actitud de acogida y sabernos portadores de una nueva cultura de “familia universal”
II. HOSPITALIDAD: SEÑA DE IDENTIDAD DE UNA
FAMILIA UNIVERSAL
1. La hospitalidad
nos hace reconocernos Iglesia Universal
Todo no es
hospitalidad en
Frente a esta realidad hay comunidades que se dejan llevar por la novedad del Espíritu, comunidades en las que en seguimiento del Resucitado rompe las fronteras entonces existentes, la experiencia fundante de haber sido visitados por Dios les lleva a practicar el amor más allá de su grupo, a visitar y acoger al extraño, al diferente, al necesitado social y practicar una nueva hospitalidad porque en Jesús se ha inaugurado una nueva forma de entrañarse con los otros: cercanos y lejanos, conocidos y extraños. El Hijo amado hace de nosotros una nueva humanidad: sabernos hijos en el Hijo, amados de forma singular hace a las comunidades cristianas amar más allá de su grupo, y puesto que de su plenitud todos hemos recibido gracia tras gracia (Jn 1,16) los seguidores del Resucitado se inician ahora en las sendas de la acogida incondicional, de la gratuidad para ofrecer cobijo comida y seguridad a hermanos y hermanas itinerantes, a mendigos, necesitados, incluso a pecadores y enemigos, es un movimiento de salida, que es movimiento del Dios trascendente que antes se ha regalado como amor. La hermandad es principal fuerza de cohesión de estas comunidades, el ejercicio de la hospitalidad vivirá siempre de esta memoria (Heb 13,2), haciendo memoria de haber sido visitadas por Dios ahora su hospitalidad aparece como una manera de manifestar el amor y una manera de hacer creíble la fe, el cristianismo en estas comunidades va tejiendo la conciencia de una nueva identidad común razón de su hospitalidad. Esta nueva identidad les hace miembros de pleno derecho de una nueva ciudadanía, miembros de una nueva familia y habitantes de una misma patria fundamentada sobre Cristo (Ef 2, 11-22).
La creencia en Jesús inaugura para siempre una sola humanidad nueva, con un sistema de creencias y valores alternativos que han de desafiar los que imperan, y reinterpreta cualquier poder que legitime diferencias excluyentes y jerarquías dominadoras; el cristianismo se presenta como una nueva cultura que nos lleva a vivir reconciliados y unidos en comunidades donde no hay exclusión, se vive desde la igualdad y se practica la hospitalidad. Vivir desde esta realidad es algo provocativo, pero también se convierte para nuestras propias comunidades en criterio de discernimiento que nos permiten ahondar en el sentido que mueve nuestro actuar (Flp 1,8)
Hoy nos es necesario nuevamente inculturar el cristianismo, hacernos conscientes de que esta sola humanidad nueva sigue siendo vigente para el creyente en Cristo, hoy más que nunca los medios nos ofrecen los datos estadísticos de la pobreza creciente y de la movilidad humana, nuevos itinerantes que llaman a nuestras comunidades y nos cuestionan si nuestra familiaridad cristiana es inclusiva y universal, si nos sabemos aún visitados entrañablemente por Dios y esto nos hace ponernos de parte de los “visitantes” que irrumpen en nuestras calles cada día y nos cuestiona si todavía es el amor lo que mueve y da sentido a nuestro diario actuar, y si desde nuestra realidad estamos trabajando por tejer, desde la hospitalidad, esta nueva ciudadanía que brota del considerarnos familia universal.
2. El Espíritu Santo
nos visita con la variedad de sus
carismas.
La apertura a
esta espiritualidad en clave de
hospitalidad se realiza desde una pluralidad
de carismas y dones dentro y fuera de
Nuestro carisma, en su dimensión apostólica consiste en evangelizar y acoger desde la misericordia, en actitud de servicio y entrega incondicional a los pobres y más necesitados, siendo pobre entre los pobres, viviendo en fraternidad y estando abiertas a los signos de los tiempos con flexividad y apertura (Dir 2).
Entre los
rasgos espirituales que nos definen señalamos: compartir la vida en cercanía y fraternidad con todos expresando
nuestro estilo familiar como igualdad,
sencillez, alegría y acogida, al estilo de la sagrada Familia (Dir 64).
La dimensión
de familia Universal esta expresada en las Constituciones, donde se señala que el amor y la fraternidad hacia los hermanos
se valoran sobre todos los bienes del mundo (Const 69), y se nos pide un corazón abierto que abarque la universalidad de
Refiriéndose
al estilo que deben tener nuestras fraternidades: Nuestras comunidades serán sencillas y abiertas para que todos los que
nos rodean se sientan cercanos a nosotras. Se distinguirán por la hospitalidad
y acogida, manifestada de modo especial con nuestras hermanas. Esta
hospitalidad será reflejo de nuestro carisma (Dir 82)
Nuestra historia congregacional inicia en la posguerra española, un grupo de jóvenes en su mayoría de acción católica se desplazan a Madrid para trabajar en los suburbios, a su llegada necesitan acogida, no tienen nada, la hospitalidad de las personas les ayudan a salir adelante, un movimiento de mutua ayuda inicia esta obra en la que el sentimiento de familia común expresada desde una mutua hospitalidad nos marcan como señales de identidad.
Discernir hoy nuestra fidelidad al proyecto fundacional es importante, revivir la fuerza
carismática de los orígenes, comprender que la hospitalidad desde la
acogida familiar al que llega, hoy
plantea nuevos retos que son también retos para
III. MÁS ALLÁ DE LAS FRONTERAS
1. Entender la hospitalidad en claves actuales
Acoger desde la hospitalidad es hoy un desafío muy grande, quizá no podamos, desde nuestro nivel, instaurar una nueva ética planetaria, pero en mi alrededor cercano puedo hacer otro mundo posible si, teniendo en cuenta mi identidad cristiana que me hace portadora de una nueva ciudadanía en la que todos somos familia universal y sujetos de iguales derechos, genero relaciones de mutua acogida y hospitalidad. La dinámica inclusiva del amor cambia nuestras relaciones humanas y se presenta como nuevo desafío a nuestra evangelización: cuántos recursos están guardados en nuestras instituciones, cerrados a los demás, cuántas veces el otro/a nos incomoda, se nos presenta como amenaza y es atendido con límites, desde los mínimos que acallan nuestra conciencia, pero en la realidad estamos lejos de darle un tratamiento de hermano/a, de sentirlo miembro entrañable de nuestra familia.
Entender hoy la hospitalidad nos urge a una seria renovación de nuestras instituciones religiosas, en la que es importante escuchar la nueva espiritualidad que emerge y a través de la cual el Espíritu nos moviliza en esta nueva época. Entender la hospitalidad en claves actuales se nos presenta como un desafío importante, porque en definitiva en ello nos jugamos la actualización de nuestra misión, que entendida desde nuestro carisma de acogida, hoy no puede ser vivida como en otras épocas históricas ya pasadas, sino con los retos que nos presenta el tiempo actual:
·
El reto
de la pluralidad.
No basta con
recibir al otro en mi espacio es necesario acoger la diferencia del otro, y
desde su diferencia y la mía posibilitar, desde la acogida, el vínculo, ya que
Dios no hace acepción de personas (Hch 10,34-35) Dios se presenta como un Dios
universal, de todos los hombres y naciones, el está más allá de nuestros
parámetros, vivimos en un contexto de pluralidad, Dios hoy nos visita desde el
extraño que llega.
La conciencia
de universalidad de
· El camino del ecumenismo:
Ela Gandhi
tras su participación en el parlamento de las religiones Barcelona 2004 señalaba: “cuanto más abierta sea nuestra sociedad, más aprenderemos
unos de los otros, más nos respetaremos y podrá existir mayor armonía. Ello no
significa que cada cual deba abandonar su propia religión y adoptar la del
otro. En el mundo hay diversidad y todas las religiones aportan algo a esta
diversidad. Pero, en el fondo, todos creemos en Dios o en algo que da un
significado a nuestra vida. Sin embargo, se necesita más comprensión, más
respeto entre las diferentes religiones. Cuando conoces a alguien que practica
una religión que desconocías empiezas a entender aquello en lo que cree y a
menudo compruebas que comparte contigo los mismos valores, que tan sólo el
culto es diferente”.
La movilidad humana hace hoy que las diferentes religiones se entrecrucen, la hospitalidad ejercida en clave ecuménica nos hace reconocer la universalidad de Dios que se manifiesta desde las diferentes religiones con una riqueza de salvación más allá de nuestros límites. Desde el camino del ecumenismo descubrimos en el que llega que, más allá de su creencia, está el rostro humano de Dios mismo, su presencia entre personas de otras tradiciones y religiones forma parte también de nuestro credo (Mt 25), por tanto hoy no se trata de ejercer una evangelización que intente convertir al otro o mirarle desde una mentalidad pasada que afirmaba la superioridad de nuestra fe.
Este no es un camino fácil, diversas prácticas culturales están entrelazadas con nuestros diferentes credos, y no toda práctica cultural es humanizadora, aquí se trata también de seguir un camino de discernimiento, difícil, que no se puede hacer aisladamente, lo que tiene que situar a nuestras comunidades en red y en misión compartida, para ayudarnos en el discernimiento. En el encuentro con el otro es importante cuidar que se afirme siempre la primacía de lo humano, por encima de prácticas religiosas que puedan atentar contra la dignidad de cualquier grupo, por ejemplo la dignidad de la mujer, y nuestra acogida tendrá que ser siempre preferencial hacia todos aquellos que se encuentren en una situación especialmente vulnerable.
·
La
conciencia profética
El profetismo, identificado como hombre o mujer de Dios, don del Espíritu. No creo que se ejerza nunca un sano profetismo al margen del Dios Abbá, padre-madre de todos. Se trata de ser profetas de esperanza, no desde posiciones negativas que no ayudan a la instauración del Reino, o sólo promueven la crítica de la palabra, sino que nuestra misión de acogida nos mueve a sentir desde dentro de nuestras comunidades, el pathos de Dios por su pueblo, desde aquí se hace necesario despertar nuestra conciencia de ser comunidades proféticas, en medio de un mundo sin alrededores, donde la exclusión se sitúa en medio de nosotros y tenemos el peligro de acostumbrarnos a ello, porque forma parte del paisaje de cada día.
En medio de esto nuestras comunidades están llamadas a ser proféticas, a sentir la compasión de Dios por su gente, a ser conscientes de que hay hostilidades racistas junto a nosotros y no podemos participar en ello: las prácticas discriminatorias que sufren los emigrantes en el mercado laboral, condiciones inferiores en todos los ámbitos: laboral, cultural, de participación ciudadana; frente al racismo institucional podemos tomar postura, desde nuestra hospitalidad activa, que conlleva también promover una sociedad hospitalaria que llegue al reconocimiento de igualdad de derechos y otorgación de ciudadanía. En este sentido también la comunidad profética se convierte en comunidad utópica que promueva la utopía
CONCLUSIÓN:
Vivir en clave de hospitalidad es encarnarnuestra espiritualidad en nuestra misión mjmj, espiritualidad que se fundamenta en haber sido graciosa y amorosamente hospedados por Dios, experiencia que cambió nuestra vida, El nos ha recibido en su seno y nos ha hecho a todos hijos en el Hijo, hemos pasado a formar parte de la familia de Dios, esto nos aporta una nueva identidad, y nos hace a todos miembros de pleno derecho de una nueva ciudadanía, al margen del color de la piel, el acento, la lengua, más allá de la religión que se profese y de la propia ritualidad personal, seamos hombre o mujer, payos o gitanos, sea cual fuere nuestra cultura, vengamos de fuera o de dentro, todos formamos una nueva familia universal y somos habitantes de una misma patria fundamentada sobre Cristo (Ef 2, 11-22). Cultura de Hospitalidad que genere una sola humanidad nueva, entonces el Reino empezará a ser una realidad y Dios lo será todo en todos. No seremos de verdad cien por cien cristianos hasta que no nos miremos y sintamos como una gran familia, en la que anhelemos sentarnos todos en una gran mesa común, ojala que desde aquí adquieran nueva vida y se llenen de sentido universal cada día nuestras Eucaristías.
Mª Isabel Aguado
Madrid 2007